“Le tengo rabia al silencio”, cantaba Atahualpa Yupanqui. Acaso bajo esa huella, sin necesidad de citarlo, un numeroso y diverso colectivo de artistas se rebeló ante el apagón informativo provocado por el cierre de facto de la agencia Télam: de frente a su sede, ahora bajo custodia policial, protagonizaron un Festival para reclamar la restauración de su servicio de noticias y publicidad, una ausencia que expulsa expresiones de arte y la cultura.
Si fuera cierto, como decía Paulo Freire, que los oprimidos deben ser el ejemplo de sí mismos en la lucha por su redención, bien se explicaría entonces que las voces originales de la música popular, que no necesariamente ofrecen, como le gusta proclamar al gobierno, bienes de la mayor calidad al menor precio (acaso porque su música no se reduce ni emparenta a un acto mercantil) se congregasen en el Pasaje 5 de julio, frente a una de las sedes de la agencia pública, para defender uno de los pocos espacios que replica sus músicas, que anuncia sus conciertos, que escucha y reproduce en entrevistas sus formas de pensar el hecho artístico.
El encuentro musical tuvo dos segmentos, el primero de ellos sostenido por artistas que conforman el colectivo Música por Necesidad y Urgencia que impulsaron la actividad y un segundo tramo animado por Nahuel Amarilla (trabajador de Télam y líder del gruipo rockero La Perra que los Parió), Camila Campodónico-Mariano Ferreyra, Anto Pi y, en el cierre, Juan Falú.
Acierta el gobierno cuando habla de “necesidad” y “urgencia”. No la que invoca como justificativo del DNU 70/23 sobre que el dispuso la intervención de Télam. Sino la necesidad y urgencia de rechazar en las calles un proyecto que exige que no se escriba, que no se narre, que no se informe. Que algunas músicas dejen de oírse.
Y el primero en cantar sobre esa urgencia fue Juan Pablo Fernández, que inauguró el Festival de Télam y presentó los pliegues de la trama de una sesión musical que comenzó con títulos como “A la encandilada” y “El pan del facho”, de la usina compositiva de Acorazado Potemkin.
El colectivo Música por Necesidad y Urgencia nació el 20 de diciembre como reacción al DNU 70/2023 que atravesó todos los ámbitos de la vida cotidiana de los argentinos. EL DNU tiene plazo fijo. Su vigencia se acotará cuando se trate en la Cámara de Diputados, cuando lo analice la Corte Suprema o cuando ya sea insostenible para las corporaciones que lo fomentaron. Los lazos del colectivo de los músicos reunidos por necesidad y urgencia no son tan perennes.
Tito Losavio y Sandra Márquez pasaron para mostrar los cruces del tango y el rock. De Cobián y Cadícamo a Luis Alberto Spinetta.
Así lo hizo saber Santiago Pedroncini, el segundo artista en subir a escena. “De cada banda que integré en mi vida Télam me hizo un reportaje. ¿Cómo no vamos a estar acá?” Cada músico de la grilla confesó su experiencia con la agencia pública. Boris Katunaric, Fernando Salerno y Celeste Navarro y el dúo Gabriel Casal Luján-Gabriel Margiotta desplegaron sus canciones, mientras la Policía Federal documentaba en un acta el encuentro de trabajadores y familiares en el pasaje. La libertad no puede cobrar forma de reunión.
Pablo Dacal, una de las expresiones más creativas de la escena musical porteña, subió también al escenario por la defensa de Télam. “La libertad y el cambio son conceptos nuestros. Nunca los entreguemos”, afirmó.